miércoles, 5 de febrero de 2014

7 ª ETAPA TRAVESIA INTEGRAL CORDILLERA CANTABRICA.

 
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Siguiendo con las publicaciones,que voy espaciando semana a semana, n esta sección, hoy tocaría la 7ª Etapa de la Travesía Integral de la Cordillera Cantábrica que en 1991 hicimos una serie de bikers residentes en Asturias, y que marcó todo un acontecer en cuanto a las grandes rutas en Asturias y en concreto por los entornos de la Cordillera Cantábrica.
VG
PONGA POR MONTERA
Ruta que de algún modo era una transición, ya desde lejos se presentía la cercanía de las moles calizas de los Monts Vindiu y como otras formas y costumbres agroganaderas.
Una tierra de grandes desniveles y como una escasa infraestructura vial que complicaba aún más nuestra ruta, lo que nos obligaba a bonitos circunloquios por pistas y antiguos caminos de arriería tan clásicos como históricos, y por los cuales ha corrido la historia de estos apartados rincones a caballo de tres provincias y de un eje como es la Cordillera Cantábrica
  • Tipo de Ruta: Travesía
  • Punto de Salida: Puebla de Lillo
  • Punto de Llegada: Oseja de Sajambre
  • Puntos del recorrido: Cdo. Maraña- Maraña- La Uña-Pto. de la Fonfría- Arcenorio- Pío.
  • Longitud: 45 Km.
  • Desnivel aproximado 1.350 mts.
  • Horario: 6 a 7 horas.

  • septima
Tras una noche fría y un tanto desapacible en el altozano pueblo leonés de Puebla de Lillo a tiro de piedra de los Puertos de San Isidro y Tarna, apareció una mañana radiante lo cual hizo que la apagada naturaleza floreciera en olores, y briosos cánticos que hicieron imposible seguir metidos en el saco de dormir, aunque los entumecidos huesos nos pidieran más cama y descanso.

El trompeta de turno fue espabilando al personal y urgiéndole a reparar las trotonas, pues la mayoría estaban en llanta. Había no solo que reponer fuerzas, y  realizar algún que otro estiramiento, sino que además había que entretenerse en buscar los pequeños pinchos metidos por la cubierta, que producían los minúsculos pinchazos que a lo largo de la ruta hacían que perdiésemos presión en nuestros neumáticos, y a la velocidad que andábamos bajando no era cuestión de encontrarse con un mal quiebro. (Recuérdese que estamos hablando de una travesía que hicimos en el años 1991)

O sea que manos a la obra y empezamos a buscar espinas de cotoyas y pequeñas esquirlas de brezo por entre el taqueado de los neumáticos, tarea que nos llevó su buen tiempo, al igual que el desayuno que eran pantagruélicos, puesto que la comida del mediodía consistía en algún que otro bocata, por esos  los desayunos y las cenas eran de una glotonería rayana en la arcada, pues seguía cundiendo el pánico de que nos diera una “temible pájara “ por el camino.

“De aquesta guisa nos fuimos los aguerridos caballeros de las metálicas monturas” como iba recogiendo nuestro diario de bitácora, pues las fotos cada vez más escasas iban dejando espacio a la pluma que tampoco, crean ustedes que se daba buen garbo los escribanos después de tanta paliza.

Y así nos enfrentamos por el camino que sale de Puebla de Lillo acompañando al arroyo de la Fuentona, muy amplio en sus primeros kilómetros que se va encerrando entra las laderas de la Peña de Fontesquera y el Collado de Valverde, para poder acceder al Collado de Maraña, otros 650 mts de desnivel que se ganaban casi en los últimos kilómetros. No hubo que echar la BTT al hombro pero la clicabilidad y el cansancio hicieron que algunos metros los recorriésemos al estilo arriero, tirando de nuestros vehículos por algunos tramos de la bonita Reserva del Mampodre, tan desconocida como atractiva.

Desde el collado Maraña se divisaba el amplio valle que desciende hacia el pueblo del mismo nombre donde nos esperaba Héctor, el compañero de equipo que en esta ocasión hacia las veces de conductor y que tenía el especial encargo, que nos hacía felices, pues esperábamos en Maraña realizar la primera comida caliente de la travesía, pero no pudo ser así, por lo cual sacamos las sillas del vehículo y al menos así podríamos comer sentados, aunque tal circunstancia alguno la aprovechó para descolgarse con una reparadora siesta.

Tras el merecido descanso, salimos camino de la Uña por asfalto, pues no había otra posibilidad, salvo que nos quisiésemos complicar la vida, y no estaban nuestras patitas para muchos trajines y más sabiendo aún lo que restaba de ruta.

En la Uña, doblamos hacia el Oeste adentrándonos el amplio camino que va hacia la Majada de los Campos de Larios, lugar donde remasean las ovejas merinas venidas de la lejana Extremadura, el camino es amplio y casi llano, empieza a tomar algún desnivel a partir de la cuadra-majada, donde la amplia pista, se convierte en un buen camino que nos sube hasta el mismo Puerto de la Fonfría, donde hallamos a pie del camino la prueba de tal topónimo, una surgencia de agua cristalina y fría, que amenaza con hacernos desprender algunos dientes por lo fría que está.

Rodar por estas latitudes hacia la Ermita de Arcenorio es fácil, aunque hay que tener cuidado pues podemos perder más de un altura, debemos bordear la Hondonada al pie de la Peña Ten y seguir los viejos caminos casi extinguidos que nos llevan sin mucha pérdida hasta el amplio valle en que se levanta la majada y capilla de Arcenorio.

Llegamos en buena hora, pues en ese momento se celebraba la fiesta mayor de estos altos pastos, cuyo noble enclave es Arcenorio, lugar en que se juntan los pastores astures de Ponga, los leoneses de la Uña y como no, los de Sajambre y allí pasan el día entre ganados y fiesta. Les acompañamos unos minutos, y saciamos la sed como pudimos pues el agua no era muy abundante y seguimos camino el Collado de Camba.

Si alguna vez se llega a estos amplios parajes con niebla, lo mejor si vamos camino de Pío es ponerse de culo a la puerta de la ermita y la dirección marcada por nuestro cuerpo esa es la correcta.

Remontamos por las amplias praderas, hacia el cercano Collado de Camba que antes nos coloca un par de pruebas, una empinada rampa herbosa que nos deja clavados a la hierba y una mata espesa de brezos y escobas que cada día es mayor, lo cual nos obliga a acarrear las BTT al hombro, realizada la maniobra nos encontramos ante los más espeso de la zona, un denso hayedo, con los camino rotos en mil pedazos que hacen de la bajada, y más si hay barro, una auténtica lujuria trialera, aunque hay que estar atentos al camino, pues podemos terminar en las viejas instalaciones mineras de espato flúor, lo mejor es que cuando salgamos de la espesura, dirigirse hacia unas derruidas cabañas, para luego ir hacia media ladera a tomar la naciente pista que se ve al fondo.

Un desnivel que sin ser descomunal, nuestras piernas ya lo sienten en toda su dimensión. El calvario concluye en lo alto de Llaete que nos deja ver en todo su esplendor del bosque de Vegabaño, el perfil de nuestra ruta que ha de remontar la Senda del Arcediano, y como nos las afiladas agujas y moles de los Picos de Europa, a cuyos pies concluye nuestra aventura.

La bajada de Llaete hacia la aldea de Pío es de vértigo, una amplia pista sin apenas cruces, aunque con varios peligros semi-escondidos en el itinerario, uno de ellos se trata de un cable que cierra el paso a vehículos no autorizados, que nos hace frenar en plena bajada, eso quien lo vea, pues su color verde tampoco lo hace muy visible que digamos, otra de las sorpresas son las numerosos badenes que se producen por los canales de escorrentía que suelen hacer en las pistas, que nos hacen en pleno descenso a piñón volar unos buenos centímetros, amen de que a veces están hechos de tal forma que más que volar, si uno va un tanto desprevenido es que se traga el manillar además de estampillarse contra el duro suelo.

El descenso con unos 700 mts. de desnivel, tiene tramos muy pendientes con alternancia de otros trechos más planos, pero en los que aún así, la velocidad punta prima el alcanzar sus buenos 30 km/hora.

Tiene este descenso revueltas donde hay que sacar el pie para dar la curva en plan Durango, si uno no desea verse estrellado contra una castañar. A estas velocidades y modo de conducir pasamos por encima de la riega Zalambral a las puertas de la aldea de Pío, que nos recibe con unas cervezas antes de remontar de nuevo hacia Oseja de Sajambre. La subida hasta la capital de Sajambre es ya por asfalto, pero con una pendiente tan dura para nuestras piernas que nuestra conducción es de beodos, pues vamos ganando altura a base de zig-zag por la estrecha carretera.

Una sorpresa más de esta ruta fue que cuando montamos el campamento a las orillas del tranquilo y diminuto río Sella, donde nos encontramos con varias viandas y un par de botellas de vino puestas a enfriar en un remanso, todo un banquete que agradecimos en el alma a tan olvidadizos excursionistas

Víctor Guerra García
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