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· Punto de Salida: Soto del Barco
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· Punto de Llegada: Cadavedo
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· Puntos de Paso:Piñera-El Pito- Artedo- Soto Luiña-Albuerne-Novallana-Santa Marina-Ballta-Tablizo
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· Longitud de la Ruta: 36
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· Horario de la Ruta. 5 horas
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· Desnivel acumulado de ascenso:1.094 mts
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· Desnivel acumulado de descenso: 1.172 mts
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· PARTICIPANTES. Juan Piñera, Javier Dolado, Albano Capezzali, Victor Guerra
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· IBP INDEX: 123
Aunque los pronósticos climatológicos no eran los más adecuados para acometer una ruta de btt, pues daban una bajada de nieve que según los pronósticos llegaría a cotas ínfimas, aunque no creo que tanto como para que la rasa costera asturiana, por la cual se abre paso el Camino de Santiago del Norte se viera envuelto en una agresiva vorágine nival que nos impidiera rodar la etapa prevista.
Esperanzados en nuestro optimismo y que se diera una oportuna ventana climatológica, pusimos rumbo a Soto del Barco, punto de arranque de esta etapa que en principio teníamos previsto tuviera como destino la población Luarca, pero por si acaso dejamos nuestros vehículos en Cadavedo por si el tiempo no nos respetara, como así sucedió.
Tras tomar un café con pastas en la cafetería El Parque, esperando que pasara lo gordo del temporal, un fuerte chubasco de granizo que amenazaba con no parar, cuando amainó nos pusimos en marcha camino de El Pito.
Salimos de Soto del Barco por el barrio de Villar, para ir abandonando paulatinamente los firmes de asfalto, y entrar en otros trazados de tierra un tanto embarrados, que nos acompañarán durante un rato sobre todo cuando ciclamos al lado dela riega de Olaya, que se cruza para seguir por viejos caminos santiagueros y darnos de bruces con la vía del FVE, y donde una caída de árboles, que será todo una constante en este etapa, nos obligó a hacer algunos extraños rodeos, yendo mis compañeros a la vera del ferrocarril hacia Piñera, siguiendo yo por mi cuenta las marcas jacobitas que pronto me sacaron al núcleo de El Pito y su pintoresco palacio de los Selgas.
Palacio ideal para visitar, pero embarrados como estamos no es pertinente, por lo cual me fui de «solanas» esperando a los compañeros, resguardados del chubasco en el apeadero de Piñera, seguí pues un rato camino adelante otra vez por viejos caminos que por Pajarín y Belandres, hasta llegar a la vera de la carretera nacional 632, al lado del Hotel Aires del Mar, donde tras un trozo aguardando a mis compañeros, nos volvimos a reagrupar de nuevo.
Las marcas jacobeas desde aquí nos alejan de la rasa costera, por lo cual cruzando la citada Nª 632, a cuya vera seguimos por lo bajero de las laderas de Santa Ana de Montarés, circundando los caminos de servicio de la Autopista, hasta desembocar de nuevo en la citada carretera (Nª 632) quedando ante el conocido cruce de Artedo.
En ese punto las marcas evitan bajar directamente a la playa de Artedo, pues se dirigen hacia el Molino de La Veiga, ubicado a la vera del río Uncín, el cual cruzamos para dar espalda al mar para virar al Sur hacia Mumayor, que ya sale en los cronicones santiagueros, como una temible subida, en cuyo tránsito podemos observar cuestiones tan paradójicas como los dos grandes viaductos, uno por encima de otro, y como contrapunto el puente de arcos fajones del FEVE y la vieja y solitaria carretera Nª 632, todo un desaguisado ambiental.
Nuestra etapa va tomando altura, por medio del largo repecho de Numayor que nos lleva hasta Campo Cima, a la vez que se va virando sobre el Pico San Andrés yendo hacia el Oeste, hacia Soto de Luiña, lo cual sorprende; pues el Camino de Santiago, da un rodeo hacia el interior dejando de lado la rasa costera, tal vez para evitar la riega Valsera, y los sube y baja del camino. No lo sabemos muy bien, aunque ya George Borrow y Juan del Llano Ponte, hablaron de lo malo del camino, tal vez les atrajera la confortabilidad del hospital peregrino levantado ya en 1516, hubo algún otro, y esto fue lo que siempre atrajo a los peregrinos jacobitas que no en vano vivían en el Camino.
De Soto de Luiña salimos en una combinación de caminos y carreteras el alto de Las Llongas (Llanorrozos) y en este punto se abre la disyuntiva o variante: donde se puede escoger ir por la variante de Las Palancas o por las Ballotas, y cualquiera de las dos que ya en aquellos viejos tiempos ya eran duras pues así lo recogen los cronicones donde las Ballotas, era un subir y bajar vallejas llenas de riegas sin pontones, húmedas y llenas de denso arbolado, y la otra opción era irse por los cerros , o sea por Las Palancas, para evitar los pasos de las vallejas aunque ello arroja unos cuantos metros de desnivel acumulado.
La variante de Las Palancas tenía y tiene de ventaja aquello de evitar las vallejas, puesto que es un camino más franco con subidas y más expuesto a los vientos reinantes, había y hay muchas menos casas y pueblos, pero tiene bonitas vistas tanto sobre la rasa costera como sobre las cordales circundantes.
En nuestro caso, dado el estado del tiempo, nos fuimos por la variante de la costa, o sea por Las Ballotas, que es más divertido y variado, y que parece que fue utilizado por Felipe el Hermoso y su comitiva, los cuales terminaron maldiciendo tal camino.
Nosotros a lo nuestro, y ya en comandita, nos fuimos por los accesos locales hacia la Capilla de Santa Eulalia en Albuerne, para pasar la primera valleja, la del Cerro que por El Cabo nos da acceso a la población de Novellana que se atraviesa dirección Oeste para vadear otra valleja, en esta ocasión la del Prau LLagón que se hace divertida aunque los numerosos árboles caídos sobre los caminos nos proponen difíciles maniobras, en una de estas ocasiones casi que Albano y Dolado se nos quedan casi que electrocutados con los cierres de las fincas tras lo cual salimos de nuevo a la carretera Nª632, circulando por ella unos centenares de metros.
Este nuevo vadeo de río nos lleva a Casteñeras, donde no nos resistimos a la tentación de pasar de largo sin ver desde lo alto la Playa del Silencio, aunque ello nos obliga tener que volver al pueblo y tomar un disimulado ramal, al pie de Casa Pachín, donde nace un ramal que va en descenso por en medio de bosquetes de bambú que puebla lo fondero de la valleja que riega el arroyo de Cándano, eso sí hoy en parte deforestados un poco a la brava.
Seguimos pues por el camino en ascenso, tirando de las trotonas lo cual nos devuelve a la carretera que viene de forma paralela con nosotros desde el inicio de este Camino de Santiago, la Nª 632, y por la cual se rueda hasta atravesar a todo lo largo, el pueblo de bellos recuerdos para mí, como Santa Marina.
El sube y baja ya se va haciendo duro, pues las vallejas con sus firmes embarrados y con duros repechos nos van pasando factura, y aunque el tiempo nos respeta pues entre chubasco y rayos de sol, no por ello no dejamos de sufrir sus caprichosos cambios (chubascos y repentinos rayos de sol) Por otro lado lo ya citado, los muchos árboles cruzados por encima del camino hacen difícil avanzar de forma cómoda y esperemos que para la nueva temporada peregrina se limpien todos estas cuestiones.
Una vez en Santa Marina, tan solo quedan dos vallejas más que cruzar, eso sí las más largas, la primera la que cogemos a las afueras de Santa Marina que por San Roque pasamos a la zona de Ballota, que bordeamos por el Sur para meternos en la valleja la que riega el río Cabo, y cuyo trazado nos obliga a bajar hasta el pie de la playa de Ballota, para subir ya de forma calma por la otra aladera hacia Tablizo.
Apenas si este territorio nos deja ver algo más que ver que nuestra propia senda, sí que en algunos momentos podemos entrever la franja marítima, y en algún momento las cordales tan características la cumbre de Santa Ana de Montarés por donde vendría la altozana variante de Las Palancas, pero la verdad es que no se le puede quitar un ojo a los caminos, que no son muy técnicos, pero debido al barro y los charcales nos obligan aprestarles atención así como al cruce de las riegas las cuales en su mayoría no tienen un pontón para cruzarlas.
Tras este último vadeo salimos a Ribón donde se empata de nuevo con la Carretera Nacional 632, a la altura del PK 151, y aunque las marcas un poco más adelante nos echan hacia el fondo del valle a Lumbiello, nosotros seguimos por la solitaria carretera, ya que la existencia de la Autovía ha derivado todo el tráfico, y deja la carretera muy ciclable y segura, y ya por ella rechazando esta última variante hasta entrar en Cadavedo sin más problemas, pues ya el tiempo o aguanta más, pues es llegar al vehículo y caer otra granizada, de la cual nos libramos por poco.
Pronto recogemos los bártulos y de nuevo a Soto dl Barco, a por el resto de vehículos y a lavar nuestras embarradas bicis para preparar la nueva etapa
Víctor Guerra