Entradilla: Los ciclistas de montaña asturianos, tras aparecer en nuestras vidas las “trotonas de ruedas gordas”, algunos como los presentes nos echamos pronto a los caminos y sendas que conocíamos y que nos entusiasmaban, sobre manera aquellas largas travesías, ¿Pero como hacerlo con una orografía tan compleja, como complicada como la nuestra?
Así se fue fraguando la travesía de la Cordillera Cantábrica en BTT, que se convirtió en una aventura y en una realidad, que hasta hoy no se volvió a realizar.
Mapa de la 1ª y 2ª Etapa
SEGUNDA ETAPA de la TRAVESIA de la CORDILLERA CANTABRICA
- DATOS TECNICOS:
- Itinerario: Puerto de Cerredo- Puerto de Leitariegos- Orallo
- Kilómetros: 30.200
- Desnivel: 1.000
TIERRA MINERA y QUEMADA
Si la orografía de la Cordillera Cantábrica es compleja, no menos lo es el territorio interior asturiano, donde los plegamientos han creado un complicado crucigrama de valles y montañas. Su belleza en la “encainada” es espectacular, pero si uno debe recorrerlo en BTT, acaba con la sensación del minotauro en el laberinto.
La siguiente etapa que parte del mismo Puerto de Cerredo, (1.359 mts altt) abandona por unos momentos la quebrada línea de la Cordillera, y se interna por tierras más proclives a ser rodadas en BTT en una ondulante trayectoria que nos encamina al final de la segunda etapa: Orallo.
Como ya se esperaba, la ruta comienza con un pequeño calentamiento de piernas por las antiguas pistas mineras que nos enfilan dirección NE, para abandonar a la altura de la Cordal de los Collados, el límite provincial asturiano y adentrarnos en tierras leonesas.
El paisaje con las antiguas instalaciones mineras que han dejado como huella cientos de pistas y bocaminas hoy abandonadas, por aquí y por allá, restos de vagones y tinglados mineros, en los que nos entrenemos a fotografiar, unido a la devastación del fuego que en fechas anteriores había acontecido, presentaba a nuestros ojos de aguerridos ciclistas un espectáculo dantesco.
Maraña de senderos y caminos que se entrecortaban los cuales el grupo acometía con la intención de cruzar la Cordillera Cantábrica en BTT, todo este enmarañado mundo de caminos nos iban adentrando camino de la Vega del Palo, buscando en el ascenso el rumor cantarín del Arroyo Fletina, y desde el cual atacar en suave ascenso el Collado de las Llamas de Bocín.
La devastación del fuego se dejaba sentir en nuestras piernas, pues los negros esqueletos de la genista y los brezos, roídos por el fuego se clavaban a nuestro paso por los senderos. Estos dejaban paso a las veredas, fruto de la carcomida labor de la vegetación que cada día iban devorando las amplias pistas mineras, que presentaban ante nosotros, al bordear el Alto del Modorrio, todo un espectacular laberinto de pistas y viejos caminos que en ocasiones no llevaban a ningún lugar. Nos sentíamos como el minotauro que en vez de patas tenía ruedas de tacos.
Los mapas del SGE 1.50.000, no eran bastante elocuentes ante aquella barahúnda de pistas comidas por los piornales y la genista, solo el conocimiento del Jefe Guía del grupo (Javier Gómez) y la ilusión de un grupo que acaba de emprender la aventura eran el sustento y la ilusión para proseguir por entre aquella tortura, que el dios Osiris se encargaba de recrudecer, pues era Agosto, y rodar por estas asoladas tierras en pleno mañana en esas condiciones, era una empresa de titanes.
Llegados a la altura del Collado de la Bobia, de nuevo se giró hacia el SW (suroeste) para acompañar en su descenso a la Riega de Cabada, el extraño firme y los obstáculos, chamuscados, palos de brezo y escobas que se metían entre los radios de las ruedas y en la transmisión, hacían que se maldijese más de una vez la opción a emprendida, más al Sur no había opciones.
Pequeños remontes y descensos, cuyo desnivel se iba acumulando, dejaban en ocasiones a nuestras doloridas piernas llenas de rayonazos y sol amén, que iban tomando ya color y forma pues el desnivel aunque pequeño se iba acumulando.
Abandonado el valle de La Cabada, de nuevos en tierras leonesas, la sucesión de pistas y caminos que se abren hacia el Norte, nos llevan en un pis-pas hasta el Km. 74 de la Nacional 631, que sería cruzarla y seguir camino de El Pando, pero la tentación de refrescarse es más fuerte que nada, y el grupo en pleno y con plato pequeño y paellera metida, acomete la subida hacia el Puerto de Leitariegos, para después doblar hacia la laguna de Arbás.
A pesar de ser Agosto, el agua está fresquita, tal vez la altura y la imponente figura de los 2000 mts. de altitud de del Pico Arbás, no permiten que estas lagunas glaciares se caldeen, y por tanto sean poco invitadoras al baño, conclusión que sacamos al observar que pese a la ingente muchedumbre que rodea la laguna, nadie opta por el baño, salvo los chalados de las ruedas gordas, que pronto dejan ver su tricolor uniforme claro oscuro sobre la piel.
La tarea emprendida pronto reclama al pequeño rebaño de ciclistas la brega diaria, que se echa con alegría y con el piñonaje a tope, puerto abajo hasta el cruce del Km. 74. Un giro a la izda. y de nuevo en plena marabunta de pistas y caminos, que en alguna ocasión nos obligan a echar o bien pie a tierra, o la trotona al hombro, cuestión que empieza a ser como bastante habitual.
El mapa no marca grandes desniveles, pero las lomas se van sucediendo poco a poco, y cada vez que echamos un vistazo al mapa vemos que apenas si nos hemos movido, es más, entre el punto de salida y el de llegada en línea recta apenas si hay más de ocho km. Sin embargo la ruta nos va a demandar el esfuerzo de rodar durante unos 32 km, con un desnivel acumulado rayano en los 1000 mts de altitud, eso pese a los pocos desniveles fuertes que acometemos.
El paisaje nos es tan bonito como esperábamos pues la barbarie de las quemas no ayuda a su disfrute, aunque en parte éstas han quedado atrás, al menos las más intensivas, a la altura del arroyo de Valdepita, aún vemos que a la vegetación le cuesta tomar altura.
Al rebasar las brañas que levantan a mitad del curso alto del Valdepita, el paisaje se hace más bonito y denso, lo que nos permite no caernos de las trotonas, la genista y los brezos son tan densos que apenas si nos podemos ver unos a otros, aunque por otro lado nos viene bien tanta vegetación para no caernos en nuestras bravuconadas trialeras, pues ella nos sostiene.
Dicen que los pinchazos en las trotonas (BTT) son de los más frecuente, en este caso es una excepción pues salvo una astilla de brezo que taladró una cubierta, reparación de emergencia: esparadrapo cartón, nos sacaron del apuro, y no hubo que contar más incidentes en la etapa.
La bajada hacia las amplias vegas que riega el río Orallo, ya en pleno valle de Laciana, toda una virguería que gozamos a bloque, las agostadas praderías nos dejan rodar a gusto y sin miedo a clavarnos alguno de aquellas astillas de brezales y piornales.
El pequeño embalse a las puertas del pueblo de Orallo, donde el personal autóctono se reconcilia con el fresco, después de un día intenso de calor, coopera a que en esta ocasión montemos el campamento volante en este fresco lugar.
El problema de estos lares que podían constituir un buen lugar para clicletear a gusto, tiene el problemas no solo logístico, sino también de supervivencia, pues hay que desplazarse hasta Villablino para dar a nuestros fatigados “bodys”, la energía necesaria, Viilablino nos depara una sorpresa para la cena opípara que pedimos: Arroz en cantidad aderezado con media docena de chipirones, y todo vino al revés, los peces a tutiplén y el arroz en cazuelitas. Por mucho que explicamos que lo que queríamos era el nutriente básico para nuestras fatigadas piernas, arroz los parroquianos y la hospedera nos miraban con ese gesto típico de pensar estos “asturianos se han vuelto locos”.
Y no estaban mal encaminados, pues la travesía de la Cordillera, cuando la contábamos o decíamos de donde veníamos sonaba a estar mal de la chaveta y ser una aventura de auténticos locos.
Víctor Guerra