Realmente hasta que no empecé
hace ya un tiempo con los recorridos peregrinos no descubrí esa otra Cantabria.
Esa que queda colgada de las
altas laderas del Desfiladero de la Hermida. Fue a través de las
investigaciones sobre el Camino Lebaniego, cuando me interné en estos altos
valles, lo cual se tradujo con el tiempo en una guía de Caminos peregrinos y
beteteros.
Tiempo después de los pateos para la publicación del libro, he vuelto a la zona, y tenía ganas de hacerlo a lomos de la btt, y más ahora que la nueva e-bike me permite estas pequeñas pero importantes locuras.
La verdad es que estos
territorios para los betetistas astures, y casi qué diría que, para los propios
cántabros, es una zona desconocida, no por las dificultades técnicas, que
exceptuando los desniveles y algún porteo, no es algo que no se pueda hacer,
pero al ser un lugar tan apartado tiene sus problemas de acercamiento y
logística.
Para dar a conocer a mis amigos asturianos la zona, con un
recorrido que no fuera excesivamente complicad en la logística, y que la batería
de mi e-bike aguantara el tirón, propuse que el punto de partida fuera el
pueblo de la Hermida. Dicho y hecho
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Punto
de Salida y Llegada: La Hermida
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Puntos
de Paso: Caldas, Navedo, Linares, Piñeres- Cicera- Collado Pasaneu-Lebeña-
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Punto
más alto: Collado Pasaneu
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Distancia:
47 km
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Desnivel
Acumulado de Ascenso: 1780 mts
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Desnivel
Acumulado de Descenso: 1731 mts
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Horario:
6 h 36` con 1h y 30´de paradas
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Integrantes:
José Ramón Natal y Victor Guerra
Lo cierto es que la idea que
tenia era recorrer el Camino Real de la Montaña,
[1]y
la forma más factible para los astures era hacerlo arrancando desde el escondido pueblo de la
Hermida para enlazar con el trazado arriero en tierras de Lamasón, a la altura
de los invernales de Carracedo. Pues hacerlo desde La Puente o a Traslapeña
(Lamasón) era más complicado y más desnivel.
El día arrancaba solano, con mar
de fondo, lo cual apreciamos camino de Unquera, pues la fuerza del nordeste nos
dejaba ver las estelas que dejaban los bufones de Buelna.
Llegados a La Hermida, y sin más
dilación preparamos los bártulos y nos encaminamos hacia eje asfaltado de la CA-282,
la cual trepa hacia los altos parajes del ayuntamiento de Peñarrubia y Lamasón.
Una carretera escondida, por la cual
a veces la Vuelta Ciclista a España, cuando no se enreda en buscar caleyas de
fuerte pendiente, pasa por estos lares camino de Puentenansa del Collado
Carmona, o viceversa…
El tramo asfaltado que tenemos por delante con vueltas y revueltas es de unos 16 km, contando la subida al Mirador de Santa Catalina. O sea que tranquilidad pues el desnivel a ganar ya supera los 800 mts, y además tras cruzar el río Deva la carretera se pone empinada, aunque es de buena trazada, para los más exigentes hay tramos de camino histórico que se va entreverando por entre el trazado carreteril camino del Mirador de Verdeja, son tramos pequeños, pero más exigentes.
Hacemos el ascenso tranquilo pasando de los tramos de camino histórico que están
señalizados, y cogemos altura sobre el cantarín río Deva, a la vez que
observamos como se levantan los farallones que vigilan el Desfiladero de la Hermida,
y en cuyos parajes, y predios anduvieron , más que andan, los ganaderos
cántabros, que al igual que los astures, hay que recordar el dicho estos no
se morían, sino que se mataban, y viendo donde se engarmaban tras el ganado
menudo: cabras y ovejas, pues no es de extrañar el dicho.
Disfrutamos de la subida, piano-
piano, voy en super-eco en la E- bike, mientras Natal da clases de su poderío
pedaleando carretera arriba como si nada, vamos llegando a los primeros núcleos
de alto valle de Peñarrubia : Caldas y el barrio del Castillo engarmados en las revueltas sobre la ermita
de San Pedro.
Tras pasar las distintos
retorcijones asfálticos llegamos a los pueblos de Linares y Navedo, con sus
torres y casonas a la usanza cántabra.
Ahora ya la cosa de la subida se
calma, y vamos viendo a lo lejos los parajes por los que rodaremos más adelante
cerca de la Peña Sagra y la Peña Ventosa.
El día va cambiando, y aparece un
frío viento racheado, coronamos el al Alto de Piñeres, y dejamos la CA-282 para
irnos a la derecha hacia el remozado asentamiento de Mirador de Santa Catalina,
al que subimos por el carril asfaltado, para ponernos a vista de águila encima del
desfiladero de la Hermida, da un poco de vértigo, pues desde él se ve gran
parte de Liébana, allá abajo a nuestros pies el encajonado el río Deva y la
carretera que da acceso al gran valle lebaniego. Aquí decían la viejas leyendas
que jugaban a los bolos los moros, como para que se les fuera la bola fuera…
Sorprende durante la subida ver
encaramado el pueblo de Tresviso, al otro lado del desfiladero, lo cierto es
que no parece que esté al pie del precipicio o sea del famoso Balcón de
Pilatos; la morra del Pico Agero nos cierra la vista hacia Camaleño, el cual irá
cambiando de fisonomía según nos vayamos moviendo.
Nos movemos ahora hacia el asentado pueblo de Cicera, renovado
y mejorado y piedra angular del Camino Lebaniego con su albergue y su mural.
O sea que desde el Mirador e
Santa Catalina bajamos con cuidado por el viejo camino hacia la ermita del
mismo nombre, digo con cuidado, pues suben senderistas, visitamos la vieja capilla
de los arrieros, y nos vamos a Cicera por un camino deslomado por las
escorrentías y la mala ejecución de la obra.
Cicera, está desconocido, arreglado a más no poder, aunque
todo está cerrado, el bar, el albergue aún no ha llegado la temporada peregrina
y se nota la falta de andarines de bordón.
Desde el Mirador de Santa
Catalina, le expliqué a mi compañero Natal, los trazados por donde discurre el
Camino Lebaniego, bien por la andarina Canal de los Francos, o la variante para
la BTT de los Prados de Arceón, lo cual conforma parte del Camino Lebaniego, también
desde el altozano mirador pudimos ver nuestra subida hacia la Venta de los
Lobos y el Collado Pasaneu, que forman parte del trazado del Camino Real de la
Montaña, por el cual faenaban arrieros y trajineros con sus variados transportes
desde el mar hasta la meseta castellana, ganando las tierras de La Pernía y el
gran río Esla y su calzada Saliámica y viceversa.
En Cicera, conectamos con el Camino
Lebaniego que comparte signatura con el PR-S3 que sube desde el pueblo como muy de repente, luego se suaviza hacia el
Collado La Hoz.
La e-bike no sé si por la
resistencia del viento, si por el frío que nos atiza, pues estamos entre 7 y 9
grados, con rachas que amenazan con
descabalgarnos sobre todo cuando en el Collado de la Hoz, dejamos El Lebaniego
para entrar por la derecha hacia los duros repechos camineros que cruzan las
praderías de Agua Seles para bordear el Pico de Trespeñas de 944 mts.
La ciclabilidad es alta, el camino
es bueno, pero con pendiente, pero el viento nos corta los ritmos, y deja poco tiempo
para las fotos y el entretenimiento. Seguimos el amplio trazado hacia el Collado Carracedo para empatar un poco más allá de una cabaña con el trazado
del Camino Real de la Montaña, llevamos ya pedaleado unos 20 km, y el viento no
nos da tregua.
Hasta ahora habíamos venido
rodando rumbo Este, al pincha el nuevo trazado se vira s al Sur, para subir por
la amplia traza caminera, dejando algún que otro tramo histórico que en primer
lugar debe ganar el Collado Traslaventa, desde aquí vemos en toda su dimensión el valle de Lamasón y las amplias
praderías que lo contienen, lo que nos recuerda a los parajes del Soplao, duras
rampas que se dejan ciclar bien, aunque largas
y con metros de ascensión que se van acumulando.
Una parada para reponer fuerzas
en un recodo cerca del collado de la Venta de los Lobos, el viento deja espacio
para el placer de la contemplación, y urge ganar las rampas del Cotero de Mingo
Álvarez. Nos cruzan unos motoristas todoterreno, a los que me olvido de
preguntarles si hay nieve en Pasaneu.
Es igual, seguimos subiendo y viendo que en todo el camino las huellas de
btt se reducen a una sola, luego, casi ya coronando hay más huellas, me temo que en cuando el
ciclista subió a Pasaneu no pudo pasar o no quiso pelear con la nieve y dio la
vuelta, también es cierto que, si te dejas caer al valle de Bedoya, la vuelta
es grande.
El crestón de la Peña Sagra que
venía marcando nuestra subida, al llegar a la ladera del Cascuerres (1562 mts)
desaparece, como también lo hacen las pendientes, ahora debemos pelear con tramos planos, pero
en los cuales posó la nieve, que está semidura dura y que nos facilita llegar hasta Pasaeu y la Braña los Tejos, lo cual
hacemos contemplando en la subida los tramos de mar de San Vicente la Barquera
y el Pico el Cañón y Tinamayor.
Mucha tierra es la que se divisa,
aunque mirando hacia el Este no acabo de vislumbrar que son aquellos paredones
nevados del fondo, sí que para la zona de Liébana es algo más fácil encontrar e
identificar las referencias, pero la nieve me desfigura las cumbres de los
picos de la Cordillera.
En el desvío de la Braña de los
Tejos la batería de mi bici, marca que me queda un resto de un 17%, por tanto sí
nos vamos hacia Bedoya es todo bajada , pero son kilómetros y alguna que otra
subida, muy justo me parece y ya entramos en las horas de la tarde, y por otro
lado me apetece conocer la bajada hacia Lebeña, pues nunca se sabe…, sé que a
mi compañero no le gustará mucho la decisión, pero la cosa está justa de tiempo,
son las 2,30 horas del día, llevamos unos 30 km y es bueno ver y analizar la
zona para ver otras posibilidades.
Las viejas señalizaciones de los
Caminos Lebaniegos hacia Santo Toribio, en este cruce me dan confianza, y tras la
resignación de mi compañero por el abandono del recorrido que le había propuesto,
nos vamos al Oeste por la Braña de los Tejos adelante, con un trazado amplio que
se entrevera por entre el hayedo, luego tras acercarse más a la Sierra de
Ventosa, y colocarse sobre el cauce del río Lamasón, esto nos obliga al clásico
porteo durante unos 600 mts.
Luego nos reencontramos, valle abajo, con los viejos
trazados camineros de la mina de Ventosa, dedicada en su tiempo a la extracción
de la blenda y la calamina, en este
punto nos subimos a las trotonas para bajar hacia la derecha pegados a la vera
del Cueto San Pedro, donde fluye un importante manantial, el camino está muriado,
piedra sobre piedra un poco más abajo El Pando, donde se entronca de nuevo con
el Camino Lebaniego, ya como trazo común, o sea la juntanza del ramal proveniente
de la Canal de los Francos y el que viene por las pistas de Arceón.
Lebeña ya se deja ver, al igual
que la franca ladera de enfrente con la espeluznante subida del Collado de
Pelea, y los colgados pueblos de Allende, Cabañes, Pendes, y Colio, y encima de todo ello asomando en
todo su potencial la mole del Macizo Oriental de los Picos de Europa con su
manto blanco que dibuja las crestas del Sagrado Corazón, la Tabla de Lechugales,
y el Jiso cerrando la vista, pero en
otro macizo la Peña Vieja. La nevada ha sido de órdago.
Al llegar a los invernales de Lebeña ya de dejan ver los desmanes sobre la señalética, roturas, vandalismo y las aborrecibles marcas rojas a brochazo limpio, en fin, no somos los españoles de lo más cuidadoso con el bien común, bajamos por la cómodas pistas lebanienses, por las cuales le digo a Natal que podemos subir otro día hacia Arceón y ganar la Venta los Lobos para bajar por el valle de Bedoya.
Nos relajamos al llegar al bucólico lugar, asiento mozárabe de la iglesia de Santa María de Lebeña y su singular torre de estilo mozárabe, construida por aquellas gentes que subieron huyendo del Sur hacia los agujeros norteños, donde ya nadie los molestaría más, atrás quedaban las tierras sarracenas y godas, y la franja del baldío, o sea donde unos y otros, con las enseñas de la media luna o la cruz hacia sus anuales aceifas.
Todo valía, gochos, centenos hombres y mujeres como mano esclava; tras la Bardulia y las tierras vadinienses, ahora estos reposados valles verdes guarecidos tras las montañas, donde el clima dejaba cultivar vino, y garbanzos y hasta la naturaleza brindó no solo hayas y tejos, sino robustos alcornoques, fuer donde se establecieron las gentes venidas de tierras lejanas y que junto con los visigodos establecieron diversos monacatos de los cuales quedó el de San Martín de Turieno, hoy conocido por Santo Toribio de Liébana.
Una vez gozada la beldad del lugar, la iglesia de Santa María de Lebeña y la adjunta torre mozárabe, con 38 kilómetros recorridos, solo nos queda tomar la carretera de La Hermida, dirección Norte, o sea acompañar al río Deva aguas abajo y en suave descenso concluir en La Hermida, luego ya en coche viaje a casa con ganas de un buen café o un té acompañado de unos buenos dulces en Unquera, dando así por cumplida una ruta hermosa, aunque dura por las rachas ventosas. Otro día más.
Fotos: Victor Guerra y Jose Ramón Natal
© Victor Guerra
[1] Ansola Fernández, A.,
& Sierra Álvarez, J. (2006). El Camino Real de La Montaña: de Liébana a la
costa por el valle de Lamasón (Cantabria). Ería, (71), 319-337.
https://doi.org/10.17811/er.0.2006.319-337